?l sonre?a y le quitaba importancia. Miraba para otro lado, pero lo cierto es que aquello era intolerable desde cualquier punto de vista: era el mes de mayo de 1993, el Rayo acababa de arrancar un empate en el Santiago Bernabéu (1-1) y un jugador concentraba todo el odio y el rencor que la grada de un estadio puede emitir en momentos de frustraci?n.
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